SUPLEMENTO BOLETIN VIDA ASCENDENTE  SALAMANCA
              Movimiento católico de mayores
NUM. 138.- MARZO  2014
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VIRTUDES TEOLOGALES
Por Jesús Hernández Criado                             

Las virtudes son disposiciones o hábitos que nos llevan a hacer el bien.  La Iglesia distingue entre virtudes teologales y virtudes morales o humanas.  Las teologales tienen como objeto a Dios y son tres: fe, esperanza y caridad. Las morales, que se llaman también virtudes humanas o cardinales, son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Hoy vamos a comentar  algo de  las virtudes teologales.

LA FE.
La Fe, según enseña la Iglesia católica, es la virtud teologal por la cual creemos en Dios, en todo lo que Él nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos enseña como objeto de fe. El Diccionario de la Lengua Española define la fe como “Adhesión personal y libre a los dogmas de las diversas religiones, los cuales no gozan de evidencia ni demostración científica”. Ciertamente la fe en nuestro Dios y en nuestros dogmas no son verdades científicas, pero hay razones lógicas para  creer en la existencia de Dios y en los dogmas de la Iglesia ¿Cuáles son estas razones? Es constante en la historia de la humanidad la manifestación de Dios a determinadas personas en distintas formas. En el Antiguo Testamento tenemos a Abraham, Jacob, Moisés y los Profetas  y en el Nuevo  tenemos a Cristo,  y a los apóstoles que recibieron el Espíritu Santo, y desde entonces hasta hoy tenemos las revelaciones hechas a los Santos. Vemos que muchas profecías hechas por estas personas se han cumplido, y esto nos hace pensar que es cierto que provienen de Dios como ellos aseguran. Aparte de las revelaciones a los santos todos conocemos o hemos oído hablar de personas que manifiestan haber vivido hechos que consideran proceden de “Alguien” superior al hombre, y quizá hasta nosotros mismos podemos haber tenido experiencias de este tipo. Si a todo  esto le añadimos  la vida de Cristo en la tierra, con sus enseñanzas que ningún otro hombre ha podido superar,  con sus milagros, su muerte y su resurrección podemos pensar que es del todo lógico creer que existe un Dios capaz de hacer todo eso.  

Importancia de la fe:
Cristo nos dice: “El que crea y sea bautizado se salvará; el que no cree se condenará” Mc16,16. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la cólera del Dios permanecerá sobre él” Jn 3,36. “El que no cree, ya está juzgado” Jn 3,18
Palabras claras y tajantes sobre le importancia de creer o no creer en Cristo. Pero, ¿quién es este “hombre”  para hablar así? ¿Merece la pena tomarlo en serio?  De él se ha dicho que es un hombre extraordinario, que es un Profeta y que es el Hijo de Dios. Otros  afirman que fue un loco y hasta hay algunos que  se atreven a afirmar que no ha existido, que es un personaje inventado y mitificado por la leyenda.  ¿Tú,  quien crees que fue Cristo? Y no digas que no te interesa saberlo, porque si de verdad es quien dice ser, y quien hoy creemos que es  más de mil millones de personas   tú felicidad eterna depende de que le hagas caso o de que lo desprecies. No te valdrá decirle: Yo no sabía. Te responderá: Oportunidades te di para que lo averiguases y tú las despreciaste. Cristo no es lo que creas tu o lo que crea yo, es lo que es, y nuestro creer o nuestro querer no conseguirá modificar un ápice lo que Él es. El que acierte con lo que realmente es está en la verdad, y quien no acierte estará en el error. Si el error no es culpable no tendrá castigo,  pero si somos culpables porque no hemos querido buscar la verdad parece justo que ese error sí tenga castigo. Por ser libres podemos creer lo que queramos, y preocuparnos o no de buscar la verdad, pero por tener inteligencia  parece que lo razonable y lógico es buscar la verdad para no vivir  en el error.

LA ESPERANZA
Esperanza es la confianza que tenemos de que algo que queremos se va a realizar. Según el diccionario “esperanza es un estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”. Este creer que podemos conseguir lo que deseamos  es lo nos sirve de acicate para luchar por conseguirlo,  y en esto está  precisamente el gran valor de esta virtud. La esperanza como virtud  teologal es  la confianza que tenemos de que después de esta vida veremos a Dios y disfrutaremos de una vida eterna completamente feliz, y creemos esto porque confiamos que Dios nos dará  las gracias necesarias para salvarnos. Este creer que podemos conseguir una vida eterna feliz mediante el cumplimiento de los preceptos divinos es lo que nos lleva a querer relacionarnos con Dios para pedirle su ayuda. Esto es lo que da sentido a la vida del cristiano. La esperanza de que podemos conseguir la vida eterna cumpliendo los preceptos divinos es lo que nos mueve a hacer el bien y a evitar el mal,  y nos libra de caer en la desesperación. Santa Teresa escribe: que "tenga esperanza el que haya practicado grandes virtudes". Y aconseja "esperar en la misericordia de Dios, que nunca falta a los que en Él esperan".

LA CARIDAD 
Caridad es igual a amor, y amor es igual a cariño. Como virtud teologal consiste en amar a Dios y al prójimo. ¿Por qué debemos amar a Dios sobre todas las cosas? Porque Dios nos ama y nos ayuda a ser felices si le dejamos que nos ayude, y en justa correspondencia estamos obligados a amarlo. Él nos ha creado para ser felices y nos dice qué tenemos que hacer para serlo, y si le pedimos ayuda para conseguirlo también nos la da, pero la felicidad que Él da no es esencialmente la del  goce de los sentidos corporales, es la felicidad verdadera, la del alma, que es una felicidad que hasta hace soportables los infortunios de esta vida.
¿Y por qué debemos amar al prójimo? Debemos amarlo porque todos los hombres somos hijos de Dios, por lo tanto todos somos hermanos, y como hermanos todos somos iguales, y todos debemos ayudarnos unos a otros a vivir con la mayor dignidad posible.
Dante, en su Paraíso (cantos 24, 25 y 26) imaginó que se presentaba a un examen sobre cómo vivía el cristianismo.  «¿Tienes fe?», le pregunta, en primer lugar, San Pedro. « ¿Tienes esperanza? », continúa Santiago. «¿Tienes caridad?», termina San Juan. « Sí, responde Dante, tengo fe, esperanza y caridad». Y demostrando que tenía las tres virtudes pasó el examen con la máxima calificación.  

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