ECLESIASTES



Eclesiastés es un libro postexílico, cuyo autor se llama a sí mismo "Hijo de David  " y "Rey en Jerusalén), atribuido tradicionalmente, al igual que el Libro de Proverbios, al rey Salomón. A pesar de ello, hoy se cree que se trata solo de figuras retóricas y no de una verdad histórica, entre otras cosas porque era habitual atribuir a Salomón cualquier obra filosófica eminente de la que se desconocía su autor —como lo era también, atribuir a David cualquier pieza lírica en el mismo caso—, y porque el estilo literario y el uso de la lengua lo ubica en su tiempo.  Algunos autores creen que se han añadido textos de varios autores, pero hasta hoy no  hay base para estas afirmaciones.
Es un clásico libro sapiencial cuya intención parece que es enseñar a vivir con arreglo a la filosofía de su época, y acompañar al hombre en los vaivenes de su vida.
Con arreglo a la filosofía de la época cobra pleno sentido que disfrutemos cuanto podamos de ésta vida y no nos desesperemos cuando la fortuna nos sea contraria, porque todo pasa. Hemos de mantener nuestra confianza en Dios, no porque nos premie con la eternidad, (creer en la trascendencia es posterior a Kohelet) sino porque Él es la única garantía de justicia y sentido que en vano buscaremos en el mundo humano. Aunque no se cree en el premio y castigo de Dios en la otra vida se cree fuertemente que Dios premia el bien y castiga el mal. No es concebible un Dios justo sin que haga esto. 
El Eclesiastés ha sufrido variadas críticas por parte de muchos que citan fuera contexto algunos de sus textos. Estos hay que encuadrarlos dentro  del marco de la sociedad judía en la época en que fue escrito, ya que el libro se adapta muy bien a la doctrina hebrea de aquel tiempo y a los principios éticos y morales del judaísmo sin contradecirlos en nada. Recordemos una vez mas que el  dogma cristiano de la inmortalidad del alma no forma parte de las creencias del judaísmo originario. Estamos frente al libro más citado de la Biblia, incluso en la vida diaria, aunque muchos que utiliza sus dichos no sepa de dónde provienen:
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad –dice Cohélet- todo vanidad”.  Esto lo citan muchos  cuando hablan  de lo fugaz que son las cosas de esta visa.
"Sin sentido! Sin sentido!" dice el Maestro. "Nada tiene sentido".
Y  es que sin un Dios que premie lo bueno y castigue lo malo, la vida es un sin sentido, y como aquí no vemos  que Dios castigue lo malo y premie lo bueno tenemos la sensación de que la vida es un sin sentido.
La vida -sin Dios- es como atrapar vientos. De la misma manera que al intentar atrapar el viento éste se nos va de la mano sin verlo, así se nos va la vida sin darnos cuenta, y de la misma manera que no tiene sentido intentar atrapar el viento,  tampoco la vida tendría sentido si al  final fuera igual para todos, para los buenos y para los malos, para las bestias  y para los hombres, para los santos y para lo pecadores.  Es Dios y su justicia quien da sentido a la vida. 
Las frases como las que  siguen, también de Cohélet, muchos las repiten sin saber de donde proceden. 
"Lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol",
"Todo tiene su momento, y su tiempo.  Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de sufrir y tiempo de divertirse....
Los hombres vienen y van, pero la tierra permanece",
"Todos van al mismo lugar; todos han salido del mismo polvo, y al polvo vuelven todos ...”
Después de esta introducción copiamos algunos  capítulos de este libro, pudiendo el lector que quiera gustar de su lectura completa acudir a los originales que se encuentra en cualquier Biblia en el grupo de Libros Sapienciales

 
RESUMEN DEL ECLESIASTÉS


Palabras de Cohélet   (Salomón), hijo de David, rey en Jerusalén

Prologo Primera parte

¡Vanidad de vanidades -dice ~ Cohélet- ¡vanidad de vanidades, todo, vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece.  Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar.
Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir. Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír. Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol.
Si algo hay de que se diga: "Mira, eso sí que es nuevo", aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron. "No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán.

La vida de Salomón.

Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén. He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo. ¡Mal oficio éste que Dios encomendó a los humanos para que en él se ocuparan! He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos
Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar. Me dije en mi corazón: Tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis predecesores en Jerusalén; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia. He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, pues: Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor. Hablé en mi corazón: ¡Adelante! Voy  a probarte en el placer; disfruta del bienestar! Pero vi que también esto es vanidad. A la risa la llamé: ¡Locura!; y del placer dije: ¿Para qué vale? Traté de regalar mi cuerpo con el vino, mientras guardaba mi corazón en la sabiduría, y entregarme a la necedad hasta ver en qué consistía la felicidad de los humanos, lo que hacen bajo el cielo durante los contados días de su vida. Emprendí mis grandes obras; reconstruí palacios, me planté viñas; me hice huertos y jardines, y los planté de toda clase de árboles frutales. Me construí albercas con aguas para regar la frondosa plantación. Tuve siervos y esclavas: poseí servidumbre, así como ganados, vacas y ovejas, en mayor cantidad que ninguno de mis predecesores en Jerusalén. Atesoré también plata y oro, tributos de reyes y de provincias. Me procuré cantores y cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y reposteros. Seguí engrandeciéndome más que cualquiera de mis predecesores en Jerusalén, y mi sabiduría se mantenía.  De cuanto me pedían mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi corazón ninguna alegría; toda vez que mi corazón se solazaba de todas mis fatigas, y esto me compensaba de todas mis fatigas.

Consideré entonces todas las obras de mis manos y el fatigoso afán de mi hacer y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún provecho se saca bajo el sol. (El único provecho que sacamos es hacer el bien, pues es lo único de valor que podemos llevar a la otra vida) Yo me volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué hará el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron? Yo vi que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las tinieblas.
E1 sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio en las tinieblas camina. Pero también yo sé que la misma suerte alcanza a ambos. Entonces me dije: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué vale, pues, mi sabiduría? Y pensé que hasta eso mismo es vanidad. No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los días, todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio. "He detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y atrapar vientos.
Detesté todos mis fatigosos afanes bajo el sol, que yo dejo a mi sucesor. ¿Quién sabe si será sabio o necio? É1 se hará dueño de todo mi trabajo, lo que realicé con fatiga y sabiduría bajo el sol. También esto es vanidad. Entregué mi corazón al desaliento, por todos mis fatigosos afanes bajo el sol, pues un hombre que se fatiga con sabiduría, ciencia y destreza, a otro que en nada se fatigó da su propia paga (le deja la herencia). También esto es vanidad y mal grave. Pues ¿qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y esfuerzo con que se fatigó bajo el sol? Pues todos sus días son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa. También esto es vanidad.

No hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas. Yo veo que también esto viene de la mano de Dios, pues: quien come y quien bebe, lo tiene de Dios. Porque a quien le agrada, da Él sabiduría, ciencia y alegría; mas al pecador, da la tarea de amontonar y atesorar para dejárselo a quien agrada a Dios. También esto es vanidad y atrapar vientos.
La muerte.
Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado: Su tiempo el matar y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. Su tiempo el llorar y su tiempo el reír. Su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse y su tiempo el separarse. Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser, su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; y   su tiempo la guerra, y su tiempo la paz.
¿Qué gana el que trabaja con fatiga? He considerado la tarea que Dios ha puesto a los humanos para que en ella se ocupen.
"Él ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo; también ha puesto el mundo en sus corazones, sin que el hombre llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin.
Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en su vida. Y que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus fatigas, eso es don de Dios.
Comprendo que cuanto Dios hace es duradero. Nada hay que añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema.
Lo que es, ya antes fue: lo que será, ya es. Y Dios restaura lo pasado. Todavía más he visto bajo el sol: en la sede del derecho, allí está la iniquidad, y en el sitial del justo, allí el impío.
"Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay un tiempo para cada cosa y para toda obra. Dije también en mi corazón acerca de la conducta de los humanos: sucede así para que Dios los pruebe y les demuestre que son como bestias. Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad.  Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo.
(Nota mía: Recordemos aquí una vez mas que estas reflexiones están hechas antes de la venida Cristo, cuando no se tenía clara la idea de una vida eterna en que la justicia de Dios se hace realidad)
¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?  Veo que no hay para el hombre nada mejor que gozarse en sus obras, pues esa es su paga. Pero ¿quién le guiará a contemplar lo que ha de suceder después de él?

La vida social.

Más vale llenar un puñado con reposo que dos puñados con fatiga en atrapar vientos. Volví de nuevo a considerar otra vanidad bajo el sol: a saber, un hombre solo, sin sucesor, sin hijos ni hermano; sin límite a su fatiga, sin que sus ojos se harten de riqueza. «Mas ¿para quién me fatigo y privo a mi vida de felicidad?»
También esto es vanidad y mal negocio. Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. "Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo ¿cómo se calentará? Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper. Más vale mozo pobre y sabio que rey viejo y necio que no sabe ya consultar. Pues de prisión salió quien llegó a reinar, aunque pobre en sus dominios naciera.
Veo a todos los vivientes que caminan bajo el sol, ponerse junto al mozo, el sucesor, el que ocupará su puesto. Era sin fin la multitud a cuyo frente estaba; tampoco la posteridad se contentará de él. También esto es vanidad y atrapar vientos.
Pero tú teme a Dios. Si en la región ves la opresión del pobre y la violación del derecho y de la justicia, no te asombres por eso. Se te dirá que una dignidad vigila sobre otra dignidad, y otras más dignas sobre ambas. Se invocará el interés común y el servicio del rey.

El dinero.

Quien ama el dinero, no se harta de él y para quien ama riquezas, no bastan ganancias. También esto es vanidad. A muchos bienes, muchos que los devoren; y ¿de qué más sirven a su dueño que de espectáculo para sus ojos?. Dulce el sueño del obrero, coma poco o coma mucho; pero al rico la hartura no le deja dormir.
Hay un grave mal que yo he visto bajo el sol: riqueza guardada para su dueño, y que solo sirve para su mal, pues las riquezas perecen en un mal negocio, y cuando engendra un hijo, nada queda ya en su mano. Como salió del vientre de su madre desnudo volverá, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar en la mano. También esto es grave : que tal como vino, se vaya; y ¿de qué le vale el fatigarse para el viento? Todos los días pasa en oscuridad, pena, fastidio, enfermedad y rabia.
Qué provecho saca el hombre de todo lo que hace? Porque, ¿quién sabe lo que conviene al hombre en su vida, durante los días contados de su vano vivir, que él los vive como una sombra? Pues ¿quién indicará al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?

SEGUNDA PARTE

Mas vale el renombre que óleo perfumado; y el día de la muerte más que el día del nacimiento. Más vale oír reproche de sabio, que oír alabanza de necios. Porque como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír de necio. El halago atonta al sabio y el regalo pervierte el corazón.
La sanción
Más vale el término de una cosa que su comienzo, más vale el paciente que el soberbio. No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los necios. Tan buena es la sabiduría como la hacienda, y aprovecha a los que ven el sol, porque la sabiduría protege como el dinero, pero el saber le aventaja en que hace vivir al que lo posee.
Mira la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él torció? Alégrate en el día feliz y en el día desgraciado, considera que, tanto uno como otro, Dios los hace para que el hombre nada descubra de su porvenir.
La sabiduría da más fuerza al sabio que diez poderosos que haya en la ciudad. Cierto es que no hay  ningún  justo en la tierra que haga el bien sin nunca pecar. Tampoco hagas caso de todo lo que se dice, para que no oigas que tu siervo  te denigra.  Que tu corazón bien sabe cuántas veces también tú has denigrado a otros.  Todo esto lo intenté con la sabiduría. Dije: Seré sabio. Pero eso estaba 1ejos de mí. Lejos está cualquier cosa, y profundo lo profundo: ¿quién lo encontrará?
He aplicado mi corazón a explorar y a buscar sabiduría y razón, a reconocer la maldad como una necedad,  y la necedad como  una locura.
El corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo. Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo .
¡Otro absurdo es el que no se  ejecute enseguida la sentencia de la conducta del malo, (que Dios no castiga al malo inmediatamente) con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas  de hacer el mal;  que el pecador haga  el mal veces ciento, y se le den largas.
Pues  yo tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dio, a aquellos que ante su rostro temen,  y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra al que no teme ante el rostro de Dios. Pues  bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les sucede cual corresponde  a las obras de los malos,  y malos a quienes sucede cual corresponde  a las obras de los buenos. Digo que  este es otro absurdo. (Nota mia: Todo resulta absurdo si no las vemos con la perspectiva  que Cristo puso a la vida con la justicia del Padre en la otra vida)
Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse; y eso es lo que le acompaña en sus fatigas en los días de vida que Dios le hubiera dado bajo el sol.
Cuanto más apliqué mi corazón a estudiar la sabiduría y a contemplar el ajetreo que se da sobre la tierra -pues ni de día ni de noche concilian los ojos el sueño- fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios, las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre en buscar, nada descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es capaz de descubrirlo.
Sabiduría y necedad.
Si el enojo del que manda se abate sobre ti, no abandones tu puesto, que la flema  (la paciencia y la perseverancia) libra de graves yerros.
El que cava la hoya cae en ella, y al que atraviesa el seto le muerde culebra. E1 que saca piedras se lastima con ellas, y el que  raja maderos puede hacerse daño. Si se embota el hierro y no se afilan sus  caras, hay que acrecentar los bríos: bien  supone ganancia afinar en sabiduría. Si pica culebra por falta de encantamiento no ha y ganancia para el encantador.
Palabras de boca de sabio agradan,  mas los labios del necio a él lo engullen
Reparte con siete, y también con ocho, no sabes qué mal puede venir sobre la tierra. Si las nubes  van llenas, vierten  lluvia sobre la tierra, y caiga  el árbol al sur o al norte donde cae el árbol allí se queda.
El que vigila el viento no siembra, el que  mira a las nubes no siega. Como no sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer encinta, tampoco sabes la obra de Dios que hace todo lo que hace. De madrugada siembra tu simiente y a la tarde no des paz a tu mano. No sabes si es menor esto o lo otro o ambas cosas son igual de buenas.

La edad

Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol. Si uno vive muchos años, que se alegre en todos ellos, y tenga en cuenta que los días de tinie¬blas muchos serán, que es vanidad todo el porvenir.
Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos, Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos, pero a sabiendas de que por todo ello te emplazará Dios a juicio.
Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne, pero juventud y pelo negro, vanidad.
Acuérdate de tu creador en tus años mozos mientras vengan los días malos y se echen encima años en que dirás: “No me agradan”; mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia; cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar po¬cas, se queden a oscuras las que miran por las ventanas, y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cuando uno se levante al canto del pája¬ro, y enmudezcan las canciones. 
También la altura da recelo,  y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y pierde su sabor la alcaparra , y es que el hombre se va a su eterna morada, y circulan por la calle los del duelo; mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo, vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.
¡ Vanidad de vanidades ! -dice Cohélet-. ¡todo vanidad.
Epílogo .  Cohélet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e investigó, compuso muchos proverbios.  Cohélét trabajó mucho en inventar frases felices y escribir bien sentencias verídicas: Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas hincadas, puestas por un pastor para controlar el rebaño. Lo que de ellas se saca, hijo mío , es ilustrarse. Basta de palabras. Todo está dicho.  Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también todo lo oculto, a ver si es bueno o malo.  

 

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