VIVIR LA PROPIA VIDA: UN COMPROMISO PERMANENTE


Conferencia de  Don Manuel Fernández Pellitero
Catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca,  Psicólogo  Clínico

               
Nada más importante para nosotros que nuestra propia vida. Por eso en esta charla nos proponemos reflexionar un poco sobre cómo organizarla para poder vivirla a gusto. Que yo sepa, lo único que tenemos nuestro es la vida, el resto (el cuerpo y los bienes) no son  nuestros, lo tenemos prestado, y no lo llevaremos al otro barrio aunque queramos. Y si hay vida en el otro barrio, llevaremos la misma vida que tenemos aquí. Así es que debemos preocuparnos por arreglarla. En eso paso yo las tardes como psicólogo, en ayudar a otros a arreglar su vida, y a mi edad alguna práctica tengo ya de esto.

Criterios positivos y negativos en el diario vivir.

La vida, de hecho puede organizarse según diversos criterios. Unos la organizan como si fuera un laboratorio, esto es, según la ley de "ensayo y error". Se hacen ensayos, y si no salen bien se vuelve a ensayar teniendo en cuenta la experiencia de los ensayos anteriores, pero nada es definitivo en el ensayo. Si  algo no sale bien en la vida se rectifica y no pasa nada. Otros organizan la vida con un criterio psico-empresarial, y todo lo ven bajo el prisma del rendimiento. ¿He rendido bastante en mi vida, he conseguido lo que me he propuesto?,se preguntan? Y según sea la respuestas así viven mas o menos satisfechos.
Yo estoy admirado de este gran psicólogo que es Jesús de Nazaret, que castiga de mala manera al que no rinde y premia extraordinariamente al que ha rendido al cien por cien. Ahí tenemos la parábola de los talentos. ¿A quién premió? Al que de mil talentos sacó otros mil. Al que rindió el cien por cien. La Iglesia está pidiendo a los cristianos que rindamos el cien por cien, no el uno, o el dos, o el cinco. Esa es la cuestión. Y al que no rindió, porque había enterrado el talento, lo condenó. Y al que rinde mucho lo premia dándole más. Este es el cristianismo bajo el punto de vista vital cristiano.
Aliarse con este criterio es muy positivo, no sólo para nuestro espíritu, también para nuestra salud. Un criterio muy positivo es pensar que en la vida todo es importante, pero nada definitivo. Sólo es definitivo la propia muerte de cada uno, y si hay otra vida después de ésta, ni siquiera eso es definitivo.       
Otro criterio positivo es aliarnos en nuestra vida con las cosas positivas que tiene. ¿O es que tenemos alguna razón para aliarnos precisamente con lo negativo? Ninguna, que yo sepa. Eso, primero no es constructivo psicológicamente, y segundo que cada vez que nos aliamos con lo que tenemos de negativo, el cerebro funciona castigándonos vía feed back  realimentando y ampliando esa negatividad.
Ya sabéis que existe en nosotros la autosugestión. Esta es  tan importante que puede luchar en contra de la propia naturaleza. En la Iglesia, por ejemplo, una persona que por su espiritualidad tiene la llagas de Cristo, hoy ya no se la canoniza. ¿Por qué? Porque eso no es señal de santidad, sino señal de sugestión. Tan sencillo como eso. Dicho de otra manera, que si vosotros queréis tener las llagas de Cristo y queréis tenerlas en la frente en vez de en las manos y en los pies, podéis hacerlo si desarrolláis esta capacidad de la autosugestión.
Si nos aliamos con las cosas positivas que tenemos, llegaremos a vivir positivamente, satisfechos  con lo que somos, con lo que tenemos y con lo que nos pasa.  En eso se basa el refrán que dice: A un tuerto no lo mires de frente. Míralo por el lado bueno y no verás su defecto. Esa es una mentalidad positiva. Ojalá todos viéramos las cosas por este lado bueno.
Pero existen también mentalidades negativas. Darle vueltas a las ideas negativas es muy perjudicial para nosotros, física y psíquicamente. Si nosotros conseguimos olvidarnos de eso por un largo tiempo, tres o cuatro años, la huella de ese hecho se irá borrando, y terminaremos por olvidarlo. Pero si seguimos recordándolo con frecuencia lo tendremos siempre presente, tanto más cuanto más lo recordemos, y seguirá haciéndonos tanto daño como cuando el hecho acaeció. Esto nos lleva a la conclusión de que hay que aparcar lo negativo, y no tenemos que dejar que nuestra mente se centre en las cosas pasadas que nos han hecho sufrir. Si tenemos la intención de recordarlo ya estamos otra vez realimentando negativamente el sistema. Yo pongo este ejemplo a mis clientes: Poned cinco tiestos en el balcón y dejad de regar uno durante mucho tiempo. Veréis que después de ese tiempo, los cuatro regados están tan frescos como el primer día, pero el que no habéis regado terminará muriendo. Pues con las cosas negativas de nuestra vida pasa lo mismo. Si pasamos sin regarlas mucho tiempo, irán desapareciendo paulatinamente de nuestro cerebro, pero si seguimos regándolas terminarán haciéndose cada vez más fuertes, como los tiestos regados; eso es lo que ha descubierto hoy la neuro-psicología.
Hay quien piensa tanto en las enfermedades que hasta terminan creándoselas. Hoy se dan hasta diabetes psicológicas. El alimentar los pensamientos negativos va contra la naturaleza, que trata de destruirlos, pero nosotros, cuando nos empeñamos en recordarlos, los estamos manteniendo, y esto termina derrumbándonos, creando ansiedad, angustia y depresiones, y, a veces hasta lesiones psicosomáticas.

          

Criterios individuales para organizar nuestra propia vida

Veamos ahora con qué criterios debemos construir nuestra vida y cuales deben ser los módulos básico para una buena organización.

Primer criterio:

El pasado  no es transportable al presente como si fuese mercancía de compraventa o traspaso. Las circunstancias cambian En el pasado obramos con las circunstancias del pasado, y en el presente tenemos que obrar con las circunstancias del presente,  y lo que entonces fue un acierto ahora puede ser un error, o viceversa.

Segundo  criterio:

Tampoco es válido construir nuestra vida basándola en un futuro posible. ¿Por qué? Porque no disponemos de la coordenada tiempo. No conocemos las circunstancias que puedan darse en el futuro, ni si llegaremos a ese tiempo que está por venir.  No podemos organizar nuestra vida en un futuro que no dominamos, porque podemos ser víctimas de la organización. Sí hay que hacer  programar la vida, pero siempre teniendo en cuenta que hay que ir haciendo correcciones de acuerdo con las nuevas circunstancias.

Tercer criterio:

Tenemos que jerarquizar. Jerarquizar significa ordenar por categorías, dando más valor a lo más importante, pero para eso tenemos que saber qué es lo más importante. Lo más importante para nosotros es primero el Yo, después el Tú y luego el Nosotros. Esto es lo que dice la sicología de hoy:: primero Yo, mi vida, después el Tú, el que está cerca de nosotros, que puede ser el cónyuge, el hijo o el vecino, y lo tercero el Vosotros, el entorno.
Yo, quizá por defecto profesional, cuando leo el Evangelio lo hago siempre desde la perspectiva  psicológica, y lo mismo que a los teólogos se les coge en renuncio con frecuencia, a este gran psicólogo que es Jesús de Nazaret no hay quien le coja nunca en estas cuestiones de tipo psicológico. Y ¿sabéis qué dijo hace 2000 años? Lo sabéis igual que yo. Dijo: "amarás al prójimo como a ti mismo". Primero tienes que amarte Tú, y luego al Otro como a ti mismo. No puedes amar al prójimo si no te amas a ti. Tanto los cristianos como los psicólogos siguen aquí el mismo criterio. Para jerarquizar correctamente tenemos que poner estos tres puntos en el orden correcto: Primero el Yo, luego el Tu y después el Nosotros, mutuamente interrelacionados.

Cuarto criterio: Relativizar

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Después de jerarquizar hay que relativizar. ¿Qué quiere decir esto? Que en este mundo nada es definitivo, porque depende de muchas circunstancias. Muchas cosas no tienen más importancia que la que le queramos dar. Si nos ocurre una cosa mala nos puede quedar el consuelo de que podía haber sido peor, y de que no hay mal que cien años dure, y si nos ocurre algo bueno sabemos que tampoco es definitivo, que mañana puede cambiar. Relativizar es un criterio positivo.
Y todo esto podríamos resumirlo en estas tres palabras: Vive, convive y haz vivir.

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