LECCIONES DE LOS MAYORES EN LA HISTORIA

Resumen de la conferencia de Don José Manuel Sánchez Caro
Ex-Rector y Profesor de la Universidad  Pontificia de Salamanca

   Todos recordamos textos bíblicos que nos hablan de Matusalén, donde se dice que vivió casi mil años, pero ya sabemos que esto son géneros literarios que no pertenecen en ningún caso a la realidad de la historia. Es una manera de indicar que Dios bendice la vida de los hombres cuando éstos le son fieles, y en último caso son restos de un viejo y antiquísimo mito que vamos a encontrar también en el mundo clásico, que es el mito de la edad dorada, en la que no existía ni limitación de edad, ni enfermedades, ni dolores, ni nada de lo que a nosotros nos hace pasar malos ratos.
También sabemos que en Israel, aproximadamente en torno al siglo VIII a. C., un levita comenzaba sus servicios en el templo a los 30 años de edad, considerándose esta edad la de plena madurez del hombre; la mujer maduraba antes. Sabemos, además, que cuando escaseaba el personal, esta edad se podía adelantar a los veinte años. A los cincuenta podía dejar el servicio, y tenía derecho a que se le ayudase a vivir. Si había escasez de personal se podían alargar sus servicios hasta los sesenta. Esto suena un poco a los juegos de la Seguridad Social actual, que fija las edades para entrar a trabajar y para la jubilación. Pero esto sucedía en el siglo VIII antes de Cristo, hace aproximadamente 2.800 años       

¿Qué es lo característico de la ancianidad y de la vejez?

Quizá el más bello y el más impresionante poema que hay en la Biblia sobre la vejez y sus consecuencias sea el de Qohélet, un Judío instruido y aristócrata del siglo II antes de Cristo, que procuró, dice el texto, "encontrar palabras agradables, y escribió la verdad con acierto". En este poema se presenta a la vejez como la imagen de la casa en ruinas, y tanto si el poema se lee como imagen general de la vejez, como si se interpreta de manera alegórica, sus palabras son siempre impresionantes:
Acuérdate - le dice al muchacho- acuérdate de tu creador en los días de tu juventud antes de que lleguen los días malos y alcances los años en que dirás: no le saco gusto a la vida. Cuando tiemblen los guardianes de la casa (los brazos) y se encorven los robustos (las piernas), y se paren las que muelen (las muelas, los dientes) porque son pocas, y se queden a oscuras las que miran por las ventanas (las pupilas) y se cierren las puertas de la calle (los oídos). Mientras se apaga el ruido del molino y se debilita el canto de los pájaros y se van callando todas las canciones y den miedo las alturas y terror las calles. Mientras florece el almendro (los cabellos blancos) y se arrastra la langosta y no da gusto la alcaparra, porque el hombre va a su morada eterna y el cortejo fúnebre recorre las calles. Antes de que se rompa el hilo de plata y se quiebre la lámpara de oro, y se haga pedazos el cántaro en la fuente al destrozarse la polea del pozo (esta es una imagen de la muerte) y vuelva el polvo a la tierra y el aliento vuelva a Dios"
Una imagen, como ven, realista y bien dura de lo que es la debilidad del hombre.
El Profesor Sánchez Granjel  recuerda un testimonio de ese gran crítico de nuestra realidad social que es Baltasar Gracián, que a finales del siglo XVII en su obra "El Criticón", dice: 
"A los sesenta anochece, que no amanece. Con humor y horror de viejo le comunica Saturno su triste condición, y como se va acabando, querría el anciano acabar con todos, y así vive enfadado y enfadando, gruñendo y riñendo, y a lo perro viejo royendo lo presente y lamiendo lo pasado. Incluso si es capaz de pasar esta edad -dice- llega a estar, como cuando era niño, bajo el signo de la luna, y entonces vuelve a niñear y a monear el hombre decrépito y caduco, conque acaba el tiempo en círculo mordiéndose la cola la serpiente".
Ingenioso y gráfico Gracián, pero terrible. En la rueda de la humana vida el más viejo acaba como cuando era niño. "No he encontrado estampa -dice Sánchez Granjel- más negativa de la vejez que la elaborada por el acre ingenio de Gracián".
¿A qué es debido tanta debilidad en el hombre? En la mitología griega el poeta Hesíodo dice, que Prometeo robó el fuego a Zeus, el Dios del Olimpo, y se lo entregó a los hombres, con lo cual empezó la cultura. La venganza de Zeus fue terrible. Entregó a Pandora una caja y le picó su curiosidad para que la abriese, y cuando Pandora la abrió, de ella se escaparon todas las desgracias del ser humano: el crimen, la enfermedad, la muerte y la vejez. Menos mal que al final salió la esperanza, que también estaba en la caja de Pandora e hizo más humana la vida de los humanos. Ya se sabe que esto no es algo real, que sólo son maneras de intentar explicar el por qué la debilidad de la vejez, del sufrimiento y de la muerte.

Si la vejez da tanta debilidad ¿qué puede hacer el viejo cuando llega a viejo?

Un viejo visir egipcio, que se quejaba amargamente al Dios Amón de su vejez, recibe de éste la orden de empuñar el bastón, apoyarse bien, y repetir las palabras de los sabios para que la sabiduría de éstos pueda transmitirse a los más jóvenes. Esa es una de las misiones de los ancianos:  Transmitir la sabiduría a los más jóvenes. Algo parecido sucede también con el hombre bíblico.
No todo es negativo en la vejez. Hay también una visión enormemente positiva. Por encima de la limitaciones inevitables, en la antigüedad clásica, en el mundo oriental y en el mundo bíblico, el anciano es siempre venerado y respetado. Es el depositario de la experiencia, creador de la familia, aquel que transmite la sabiduría y que tiene la prudencia del gobierno. El término griego presbítero significa por una parte el hombre mayor, el anciano, y por otra también el representante de la comunidad con capacidad para organizarla y dirigirla. Los ancianos son por tanto los hombres con experiencia, y es que la sabiduría en la antigüedad es fruto principalmente de la experiencia y de la tradición de los mayores, en cuanto que es acumulación de experiencia.
Recordemos a este respecto el consejo que el sabio Jesús  ben Sirá nos da a todos en su libro de principios del siglo segundo antes de Cristo: "No deseches al amigo viejo, porque al nuevo no lo conoces; amigo nuevo es vino nuevo; deja que envejezca y lo beberás". Bellísimo consejo que quienes amamos tanto al Ribera del Duero entendemos maravillosamente. Al anciano, por tanto, se le supone larga experiencia, y por consiguiente larga sabiduría, y éste es el origen de su autoridad.

Pero este mismo sabio, que aconsejaba lo del amigo viejo, les dice a los jóvenes: Si en la juventud no has hecho acopio, ¿cómo quieres encontrarte en la vejez? ¡Qué bien sienta a las canas el juicio y a los  ancianos saber aconsejar!.  Y cuando se dirige a los  ancianos   le dice, ojo. No tenéis  derecho a estar dando consejos constantemente , hay que saber administrarlos bien, No se puede olvidar la discreción, y mucho menos en público, y  todavía menos en los banquetes. Estas son sus palabras: "Tu anciano habla cuando te corresponda, pero refrena tu talento y no interrumpas el canto. En el  momento de brindar no sueltes un discurso, y aunque no haya música no quieras exhibir tu sabiduría".
. La limitación de la vejez no lleva necesariamente a la infelicidad, dice Cicerón. Lo importante no es ser viejo, lo importante es mantener el adecuado equilibrio, no es tener años, es aceptarlos de buen grado; tratar de vivir felices con ellos es vivir felices con nosotros, aceptándonos, y con los que nos rodean, aceptándolos como son.
Seamos sensatos, como nos dice Cicerón.  No queramos imponer los esquemas de nuestra vida a la gente más joven. Tengamos siempre dispuesta nuestra paciencia, no para contar nuestros males, sino para responder a las preguntas cuando nos las hagan. Y pensemos que la vida no será oculta, ni será oscurecida por los males, ni por las debilidades de la vejez, mientras tengamos esta capacidad de ser un poco Quijotes, un poco locos para seguir desfaciendo entuertos. Saber que detrás de los matorrales de la vida siempre podemos encontrar, como el genial loco, un entuerto que desfacer o una dama que enamorar, y pensar que en todo caso ser viejo es, como dice la historia antigua, no una cuestión biológica, sino un arte que hemos de aprender a lo largo de la vida. Muchas gracias.
Coloquio   

Terminada la conferencia, Don Francisco Zarataín, médico y director del Casino de Salamanca, intervino para rogar al ponente que nos aclarase un poco más el punto de la esperanza que cabe para los mayores que estén en la segunda fase de la vejez, (los que tienen más de 80 años)  y que empiezan ya a depender de otros. Por creer que es un punto que puede interesar a muchas personas. Recogemos aquí la contestación del ponente:

Miren Vds., nos dijo Don José Manuel. En esa última etapa de la vida las soluciones han sido muy distintas. No he podido, naturalmente, presentar todos los datos. Por ejemplo en la antigüedad clásica una de las soluciones era quitarse la vida, y lo digo aquí para que nadie piense que he querido ocultarlo. Un Séneca, por ejemplo, literalmente lo dice, y no es el único, hay bastantes que lo afirman. Cuando dice Séneca que hay que vivir la vida sobriamente, también quiere decir que hay vivir así la vejez, pero afirma también: "Si llega un momento en que mi cuerpo ya no me obedece, cuando se convierte para mi en un peso mayor del que puedo soportar, ¿qué me impide liberarme del cuerpo y dejar al alma que se marche libremente?. Él, y otros, terminaron sus días quitándose la vida.
Precisamente una de las grandes aportaciones del cristianismo en esa sociedad romana que no veía otra salida más que acortar los sufrimientos por medio de la muerte, fue la de redescubrir que también en esta edad de la vejez el sufrimiento tiene un sentido, y la capacidad de solidaridad de las personas y de la sociedad debe manifestarse en esos momentos.
Pienso que en gran parte nuestra sociedad occidental ha sido capaz de crear todo lo que existe respecto a la ayuda al anciano y a la anciana, gracias a la aportación cristiana que se negó siempre a que la respuesta a la debilidad de la vejez fuera el adelantamiento artificial de la muerte.
Si me dejan decir una palabra ya para terminar, les diré algo que les va a llamar la atención: Es el programa de vida que llevaba un noble patricio, ya anciano, romano de 67 años, (67 años de aquella época serían el equivalente a 90 ó 92 de hoy). Nos cuenta este programa de vida Plinio el Joven, que conocía perfectamente a este amigo suyo, que se llamaba Espureo.
Este era su programa: "Por la mañana, nos dice, no deja su diván; dos horas más tarde pide sus zapatos, hace una marcha de tres millas, ejercitando tanto su espíritu como su cuerpo; si recibe amigos, mantiene largas conversaciones sobre los temas más nobles, y si está sólo se hace leer algún libro. A continuación un descanso; después, vuelve a coger un libro, o reanuda la conversación, que prefiere a los libros; después sube al carruaje, lleva con él a su mujer, persona de una virtud ejemplar, o a alguno de sus amigos, como a mí últimamente. Tras recorrer siete millas hace una a pie, y tras un descanso vuelve de nuevo a su gabinete o a su pluma. Cuando le anuncian la hora del baño, la novena en invierno, la octava en verano, si no hace viento se desnuda y se pasea un momento al sol; después juega a la pelota mucho tiempo y con entusiasmo; también éste es un tipo de ejercicio que le sirve para luchar contra la vejez. Al salir del baño se acuesta y retrasa la comida un momento; mientras esta llega, escucha la lectura de algo menos grave y descansado; se sirve la cena tan escogida como frugal en autentica vajilla de plata. A menudo se intercalan comedias en la cena para sazonar los placeres del gusto con placeres del espíritu. La comida se alarga hasta al anochecer, incluso en verano. Así es como con más de sesenta y siete años conserva intactos la vista y el oído; así es como mantiene un cuerpo ágil y vigoroso y lo único que tiene de anciano es la sabiduría".

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